jueves, 18 de junio de 2009

Lêdo Ivo


Como buen ciudadano, ciudadano inundado por la lluvia, voy dejando para mañana lo que puedo hacer pasado mañana. Es una regla infalible y saludable cuando tienes cosas que hacer y, para ser honesto, me importa un pepino hacerlas. Lo atribuyo a la malvada dejación, a este aúlico crujir del viento que cierra portones y abre ventanas, o bien cierra ventanas y abre los portones que anuncian, posiblemente, un día mejor. Y en medio de tanto deambular e indecisiones me encuentro con este señor poeta, este poeta llamado Lêdo Ivo, nacido Maceió, Alagoas, Brasil en 1924, de la generación del 45 y de reconocida y premiada trayectoria. Acuso que ya le conocía de antes, pero en esa ocasión solamente le contemplaba lleno de asombro (y en esta materia soy algo infiel, a todos los buenos los miro con asombro antes de ahogarme en sus lecturas). Desde aquél tiempo este asombro no disminuye su presencia.

Los pobres en la estación de autobuses


Los pobres viajan. En la estación de autobuses
levantan los pescuezos como gansos para
.........mirar
los letreros del autobús. Sus miradas
son de quien teme perder alguna cosa:
la maleta que guarda un radio de pilas y una
.........chaqueta
que tiene el color del frío en un día sin
.........sueños,
el sandwich de mortadela en el fondo de la
.........mochila,
y el sol del suburbio y polvo más allá de los
.........viaductos.
Entre el rumor de los alto-parlantes y el
.........traqueteo de los autobuses
temen perder su propio viaje
escondido en la neblina de los horarios.
Los que dormitan en las bancas despiertan
.........asustados,
aunque las pesadillas sean un privilegio
de los que abastecen los oídos y el tedio de
.........los psicoanalistas
en consultorios asépticos como el algodón
.........que tapa
la nariz de los muertos.
En las filas los pobres asumen un aire grave
que une temor, impaciencia y sumisión.
¡Qué grotesco son los pobres! ¡Y cómo
.........molestan sus olores aun a la distancia!
No tienen la noción de los conveniente, no
.........saben portarse en público.
El dedo sucio de nicotina restriega el ojo
.........irritado
que del sueño retuvo apenas la legaña.
Del seno caído e hinchado un hilillo de leche
escurre hacia la pequeña boca habituada al
lloriqueo.
En los andenes van y vienen, saltan y
aseguran maletas y paquetes,
hacen preguntas impertinentes en las
.........ventanillas, susurran palabras misteriosas
y contemplan las portadas de las revistas con
aire espantado
de quien no sabe el camino del salón de la
.........vida.
¿Por qué ese ir y venir? ¿Y esas ropas
.........extravagantes,
esos amarillos de aceite de dendé que lastiman
.........la vista delicada
del viajero obligado a soportar tantos olores
.........incómodos,
y esos rojos chillantes de feria y parque de
.........diversiones?
Los pobres no saben viajar ni saben vestirse.
Tampoco saben vivir: no tienen noción del
.........confort
aunque algunos de ellos tengan hasta televisión.
Verdaderamente los pobres no saben ni morir.
(Tienen casi siempre una muerte fea y de mal
.........gusto)
Y en cualquier lugar del mundo molestan,
viajeros inoportunos que ocupan nuestros
.........lugares
aun cuando vayamos sentados y ellos viajen
.........de pie

©Ledo Ivo
De: La noche misteriosa

El sol de los amantes

El oficio de quien ama es ver
un sol oscuro sobre el lecho,
y en el frío, nacer al fuego
de un verano que no dice su nombre.

Es ver, constelación de pétalos,
la nieve caer sobre la tierra,
algodón del cielo, aire del silencio
que nace entre dos espaldas.

Es morir claro y secreto
cerca de tierras absolutas,
del amor que mueve las estrellas
y encierra a los amantes en un cuarto.

©Ledo Ivo
Traducción: Carmen Gloria Rodríguez y Vania Torres

Poema El Portón

El portón se abre el día entero
pero en la noche yo mismo lo cierro.

No espero ningún visitante nocturno
a no ser el ladrón que salta el muro de los sueños.

La noche es tan silenciosa que me hace escuchar
el nacimiento de los manantiales en los bosques.

Mi cama blanca como la vía láctea
es breve para mí en la noche negra.

Ocupo todo el espacio del mundo. Mi mano desatenta
derriba una estrella y ahuyenta un murciélago.

El latir de mi corazón intriga a las lechuzas
que, en las ramas de los cedros, rumian el enigma
del día y de la noche paridos por las aguas.

En mi sueño de piedra quedo inmóvil y viajo.
Soy el viento que palpa las alcachofas
y enmohece los arreos colgados en el establo.

Soy la hormiga que, guiada por las estaciones,
respira los perfumes de la tierra y el océano.

Un hombre que sueña es todo lo que no es:
el mar que deterioran los navíos,
el silbo negro del tren entre hogueras,
la mancha que oscurece el tambor de queroseno.

Si antes de dormir cierro mi portón
en el sueño se abre. Quien no vino de día
pisando las hojas secas de los eucaliptos
viene de noche y conoce el camino, igual que los muertos
que aunque jamás verán, saben dónde estoy?

cubierto por una mortaja, como todos los que sueñan
se agitan en la oscuridad, gritan palabras que huyeron del diccionario

y respiran el aire de la noche que huele a jazmín
y a dulce estiércol fermentado.

Los visitantes indeseables atraviesan las puertas atrancadas
y las persianas que filtran el paisaje de la brisa y me rodean.

¡Oh misterio del mundo!, ningún candado cierra el portón de la noche.
En vano fue que al anochecer pensara en dormir solo
protegido por el alambre de púas que cerca mis tierras
y por mis perros que sueñan con los ojos abiertos.

En la noche, una simple brisa destruye los muros de los hombres.
Aunque mi portón amanece cerrado
sé que alguien lo abrió, en el silencio de la noche,
y asistió en lo oscuro a mi sueño inquieto.

©Ledo Ivo
Traducción: Carmen Gloria Rodríguez y Vania Torres


Entonces, al madurar en cierto invierno o en aquella tarde de otoño, o simplemente en un bar orillando el Maule, con amigos tan llenos de poemas como yo, me dí cuenta que las pequeñas cosas giran en silencio, son las que engrandecen el alma y nos detienen en el tiempo. Seguramente, creo que puede ser asi, la insignificancia de la poesía como valor negociable, no es más que el valor sencillo y mínimo del verdadero gigante, que se sabe gigante y que permite construirnos puentes, caminos, senderos laberínticos para transitar descalzos y desnudos al borde del origen de nuestra propia esencia y preguntarnos si los sueños tienen más vida que nuestra propia vida.


A. N.